La gente se maquilla desde la
antigüedad, de diferentes maneras y con diferentes artilugios, pero en el fondo
siempre surge la misma idea, estar más atractivos mejorando nuestro aspecto
externo. Históricamente se empleaba también para otros fines como en la
preparación de rituales religiosos, para asistir a la guerra o como símbolo de
poder.
La belleza y la apariencia, en
definitiva, lejos de ser algo banal, ha sido siempre algo transcendental para
el hombre a lo largo de todas y cada una de las civilizaciones y culturas.
La búsqueda de la belleza a través
del medio ideal que representa el cuerpo humano, es una constante que se
da en todas las civilizaciones. El
modelado del cuerpo, el uso del color, los peinados y ornamentos, la desnudez y
la vestimenta…, la diversidad tan extravagante de todas estas señales ha ido
conformando un lenguaje que define una identidad cultural, una época concreta o
un estatus social.
El uso de los adornos, pinturas y
cremas se dio en todas las civilizaciones y en todas partes del mundo. Las
pinturas que se realizaban en el cuerpo los indígenas americanos, los tatuajes,
las incisiones superficiales en la piel (orejas, nariz, etc.) para colocarse
adornos, fueron usados por culturas primitivas y también por las más
adelantadas, y se siguen usando en la actualidad.
En Japón las geishas usaban
lápices de pétalos aplastados de cártamo para las cejas, comisuras de los ojos
y labios, pasta blanca para colorearse el rostro y la espalda.
En la antigua China imperial,
las viudas teñían sus dientes de negro como signo de renuncia a la belleza. Los
cánones estéticos chinos se basaban en una mujer delicadamente maquillada y con
un cutis cuidado al máximo. El maquillaje consistía en finos polvos de color
rosado, rojo o anaranjado y los ojos se subrayaban con bastoncillos untados en
tinta china.
La piel azteca era
naturalmente morena o color bronce, pero las mejillas eran maquilladas con
tierra amarilla o untadas con una crema que contenía axin, una sustancia
amarilla obtenida cocinando y aplastado insectos. Las cortesanas compañeras de
los guerreros jóvenes, tenían sus caras estaban pintadas con polvo seco y
coloreadas con amarillo ocre o con betún, los pies eran untados con un ungüento
de copal quemado, incienso y tintura, algunas usaban el pelo corto, para que su
pelo alcanzara su nariz, era cortado y teñido con barro negro para que dieran
importancia a su cabeza. Los dientes eran manchados con cochinilla. Los hombres
se pintaban la cara y el cuerpo en ocasiones ceremoniales.
Las
mujeres egipcias resaltaban sobre todo los ojos que maquillaban con colores
fuertes, los párpados los pintaban con colores vivos que obtenían a base de
mezclar tierra, cenizas y tinta.
Fueron
también las egipcias las que iniciaron la moda de pintarse los labios, lo que
hacían con un tinte hecho de ocre rojo y óxido de hierro natural que extendían
con un cepillo o un palito.
Grecia
y Roma
el
maquillaje se perfecciona y empieza a cobrar importancia también la piel, que
se intenta blanquear con una mezcla hecha a base de yeso, harina de habas, tiza
y albayalde (carbonato clásico de plomo), que al final obtenía resultados
totalmente contrarios a los pretendidos, ya que al contacto con el sol
oscurecía el rostro.
las
pestañas se ennegrecían utilizando una mezcla de huevos de hormigas y moscas
machacadas.
Corte
de Francia
En
los inicios del siglo XIX, surge el primer intento de eliminar las arrugas a
base de un invento mortificador al que llamaban el "esmaltado de la
cara" que consistía en lavar primero la cara con un líquido alcalino,
después se extendía una pasta para rellenar las arrugas y encima se colocaba
una capa de esmalte hecha con arsénico y plomo, la cual duraba aproximadamente
un año.
Mediados
del siglo XIX
La
época de mediados del s. XIX, supone el inicio del maquillaje moderno, en estas
fechas aparece por primera vez el rojo de labios, concretamente en el año 1880,
que consistía en una pomada compuesta por mantequilla fresca, cera de abeja,
raíces de un colorante natural (orcaneta) y racimos de uvas negras sin pulpa
que colorea sin producir efectos secundarios.
Siglo
XX
Desde
entonces hasta hoy, la cosmética ha dado un vuelco de ciento ochenta grados y
nos encontramos con un inmenso mercado dedicado sobre todo a la mujer y a
mejorar su imagen con toda clase de productos elaborados de forma industrial.
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